Don Plutarco Serón, a quien se le asignó la Hijuela N° 4.
A don Plutarco no se le conoció descendencia, se dice que tuvo un hijo pero no se recuerda haberle conocido una esposa.
Don Santiago Andrade Navarro, a quién se le asignó la Hijuela N° 7.
Llegó al lugar con su esposa Matilde Gómez, con la cual tuvo trece hijos: Pedro, Ismael, Adalio, Adelicia, Rosa, Clarisa, Eliseo, Nora, Florentina, Delfina, Guillermina, Prosperina y Marta, la menor de todos. Desde que llegó Don Santiago al lugar, los vecinos lo apodaron como "Sapito del Barro", haciendo alusión al terreno en que vivía y a su estatura. El apodo trascendió en el tiempo, y es conocido y mencionado hasta la actualidad de esta forma.
La señora Adelicia Andrade nos cuenta: "yo tenía 10 años cuando llegué ahí (hoy tengo 75 años), lo que recuerdo del lugar es que era sólo monte, lleno de quila y todo con barro, empantanado, mi primera casa en el sector era de “junquillos”, se construyó con palitos partidos. Mi padre se dedicaba a vender leña en el pueblo. Su madre, Matilde, recordada por todos los invitados por "su disponibilidad para ayudar al club deportivo, hasta les cocinaba a los deportistas. Además, se recuerda a la familia Andrade por sus comidas, especialmente cuando alguien fallecía, ya que se seguía la costumbre de que la familia preparara una “olla” de cazuela de cordero, por lo que no faltaba en todo velorio. Además, ella hacía sonar una campana para el año nuevo, gracias a ello toda la población sabia que había llegado un nuevo año".
Don Fabián Cárcamo, a quien se le asignó la Hijuela N° 8.
Vivió con su esposa Rosita Ancapán, junto a sus cuatro hijos: Ema, Alberto, Elba y Alejandro, más conocido como "capán". La Señora Rosita tenía una hija de soltera de igual nombre a ella, quien ante la muerte de su madre, se unió a Don Fabián Cárcamo, naciendo de esta unión dos hijos: Felisa y Benigno.
Don Roberto Maldonado, quien vivió junto a su esposa Doña Rosa
Andrade y su hijo Rubén.
Don Isaías Emhart Ampuero, a quien se le asignó la Hijuela N° 3.
Vivió junto a su esposa Eva Del Carmen Cofre Santana y sus siete hijos: Yolanda, Siro, Olga, Raquel, Silvia, Uldalicia y Agrelo, quien falleció.
La señora Olga Emhart, recuerda su llegada, junto a su padre y señala: el terreno era sólo monte, se componía sólo de huellas, ni siquiera entraban los caballos, estos quedaban empantanados en los terrenos, su familia se instaló en él, previamente limpiado por ellos mismos, “a puro machete” y comenzaron luego a crecer con animales".
para mi ver este blog, fue recordar los colonos antiguos, los cuales los conoci cuando yo era chica y también con alegría y un poco de tristeza porque fue muy dura esa vida y con mucho sacrificio y a la vez alegría porque el voy a dejar un legado a mis hijos y nietos, para que ellos comprendan la vida que nosotros tuvimos y aprecien su vida de ellos, porque la mia fue muy sacrificada. y es el patrimonio que les pude dejar, ese terreno por el cual tanto nos sacrificamos mi familia y yo.
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